miércoles, 17 de junio de 2009

El Secreto de Darwin

Al fin me he enterado de la metedura de pata del autor de esta novela, un tal John Darnton, que es periodista (nacido en el 41, así que de 68 años), editor y corresponsal en el extranjero para The New York Times, tal y como reza en la contracubierta. Al parecer le han dado premios por su labor periodística (Pulitzer y Premio George Polk).
Esta es su cuarta y última novela (del 2006), que si bien ha estado entretenida, pues no ha dejado una gran huella en mi, ni tampoco en el Druida, que, como viene siendo habitual, ya había leído el libro antes que yo.
En este caso, como en otros, mi malicioso compañero, hace un comentario mientras lo lee, algo como que el autor ha metido la pata, que pasa algo en la trama inadecuado.... En fin, que me come la moral, porque me pica, pero no me lo cuenta, obligándome a leer las 294 páginas y un par más de aclaraciones del autor, por si sacamos algo más en claro con que enfrentarme a defender la obra ante mi avispado antecesor lector, pero no, no fue posible.... aisssss
Nos acerca a Darwin, a su familia, a la época, y eso siempre es interesante, pero la trama... ay, la trama hay que tomársela no muy en serio... una historia hecha sobre la marcha, por un autor que sí, se ha documentado, nos ha ambientado muy bien la obra, pero no sabe muy bien como resolver un argumento. Da la impresión, y por los agradecimientos del final así me lo parece a mí, de que le haya preguntado mil veces a su pobre mujer cómo seguir..., que según el mismo autor tuvo una paciencia infinita con él por no decirle que estaba hasta la narices de esta historia.

Y digo yo que estoy siendo un poco dura con esta crítica ¿no?... jajaja, será que últimamente me zampo todo OT incluidas las Ristadas, ay, mis favoritas...
O no, igual estoy ácida. O me habrá contagiado un poco el Druida, que cuando se pone ácido, uys... Corrosivo.
Bueno bueno, a lo que iba, ¡qué informal me he vuelto!
El caso es que la novela no me atrapó, la verdad, más bien me empeñé en acabarla para ver en qué había metido la pata... y, jajaja, resulta que sí, que al final la trama era rarita, un tanto increíble por momentos, riñéndose con el rigor que puso en la esmerada documentación, pero no pillé el punto justo, el párrafo, la frase en la que la gansada era mayor, y tuve que dejar que el Druida me destacase las palabras sacrílegas concretas... jajaja. Bueno, que no sé si era para tanto... supongo que un autor debe cuidar ese tipo de detalles, sobre todo si presume de documentarse fehacientemente.

Indígenas, Galápagos, volcanes en erupción, sopa de tortuga gigante, tiburones, costumbres marinas, viajes de meses, incluso años, el gran choque entre religión y ciencia, quizá esto último de lo más interesante de la novela, chamanes, salvajes... y sin embargo eruditos! en las ciencias de la vida...
Las dos partes: la visión científica, la evolución de las especies, y por el otro la visión religiosa, la creacionista, respaldadas por, respectivamente, los salvajes, y los civilizados..., que como ha ocurrido, ocurre, y ocurrirá tantas veces, se cambian los papeles con facilidad... jajaja, según perspectivas. Los civilizados hacen salvajadas y los salvajes resultan extremadamente respetuosos con sus formas de vida sencillas..... Los civilizados resultan estúpidos, con sus costumbres y absurdeces, y los salvajes muy listos y cargados de sentido común.

Personajes atormentados, a veces no se sabe muy bien por qué... Y es que el autor te llega a crear tantas expectativas sobre el tormento que cuando al fin lo desvela piensas que tiene que haber algo más... No está muy claro.
Y luego está el tema de las historias paralelas, en épocas muy distintas... lo que viene a enfangar un poquito más, aunque también es cierto que te deja respirar de la sucesión de datos históricos, pero tres historias paralelas... desde tres personajes bien distintos: el investigador, Charles Darwin (y la tripulación del Beagle en el viaje de su vida), y la de la hija de este último, quizá fuese demasiado. Hay que reconocerle el mérito de hacer que el lector siga las tres sin perderse, eso sí.

Me había llevado el libro al hospital pensando acabarlo, que me vendría bien distraerme, pero al final resultó que mi compañera de cuarto y torturas resultó ser más amena que el libro, así que lo acabé de vuelta en casa...
Y ahora que ya me libré de los cuellos de las jirafas patagónicas voy a leer Modelos de Mujer, de Almudena Grandes, un libro de 7 relatos sobre mujeres. ¡Y este no lo leyó el Druida! jajaja. Además hay otra novedad: él está leyendo Persépolis, el cómic que ya comenté y ¡que yo leí primero!
Qué raro resulta esto...
Y hoy, ando a vueltas con esta canción...