jueves, 7 de mayo de 2009

Ladrones de Tinta, Alfonso Mateo Sagasta.


Historia que transcurre hacia el 1614, en la capital del Reino, Madrid. Fiel y maravilloso retrato de la sociedad de la época, que logra del lector la inmersión total en aquel mundo. Retrato vivo a su vez de personajes como Quevedo, Cervantes, Lope, y hasta la participación del personaje principal en la creación del seudónimo "Tirso de Molina".

Isidoro Montemayor, personaje principal del libro, aspirante a hidalgo, nos lleva por los años de ese Madrid, retratado magistralmente en sus gentes y costumbres.
La historia parte tras diez años de la primera edición del Quijote por parte de Robles, editor que se enfurece por la publicación de una segunda parte, escrita esta por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, parte esta en la que se insulta gravemente a Cervantes. Robles encarga a Isidoro Montemayor la busqueda del tal Avellaneda, intuyendo las perdidas que le conllevará tal novela, ya que Cervantes lleva unos años preparando esa segunda parte. Nuestro Don Isidoro malvive corrigiendo originales en una imprenta, pero tambien regentando un garito de juego propiedad del editor.

Crea aqui el autor a un personaje totalmente innovador, lejos del feroz espadachin, y mas cercano al que sabe vivir esquivando los problemas, tanto es así que no desenvaina la espada en todo el libro, y el mismo reconoce que no es uno de sus fuertes, eso si, habiendo siendo soldado de los famosos Tercios de Flandes, participando en la toma de Ostende, de la cual sale hecho un "pacifista" de su epoca.

El personaje se mueve como pez en el agua en esa ciudad, en la cual sus gentes dejan pudrir cadaveres de animales en sus calles, a la vez que heces y demás desechos, para protegerse de la pureza del aire del manzanares, y practican sangrias para curar y sanar el cuerpo.

Sus investigaciones le llevaran mas lejos de lo que un momento cree, ya descubriendo al poco de comenzar sus investigaciones, que Avellaneda esconde un seudónimo.

Quizas se haga un poco pesada la inmersión de personaje en la vida política de le epoca (demasiados nombres, demasiados hechos), pero sin convertirse en un incordio en ningún momento.

Totalmente recomendable, más que la novela de otro vividor que probablemente se tropezase con Isidoro Montemayor, caracterizado este caballero por un sobrero de "ala triste".

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