miércoles, 18 de febrero de 2009

En el Imperio de Gengis Kan

Se me acumulan las entradas pendientes y no quería estresarme. Esto tiene que ser divertido, no un trabajo, pero me da pena olvidarme de las sensaciones producidas por esos libros y pelis que he visto últimamente. 
Yo lo llevo mejor que el Druida, que tiene más pendientes que yo, pero claro, él devora los libros. En el tiempo en que yo leí En el Imperio de Gengis Kan, el debió de leer una docena. Lo leí a velocidad de tortuga, sin ninguna prisa, a página por noche en algunos casos. Y no es que no me gustase, pero leer un libro de viajes era algo nuevo para mí, no conseguía mantenerme en vilo, como podría pasar con una novela, era como un paseo, así que, cansada como estaba muchas noches, pronto me vencía el sueño... 
Le cogí mucho cariño al libro de Stanley Stewart, un viajero escritor,  o un viajero que sabe escribir, sin duda. 
Y le cogí cariño no sólo por tenerlo varios meses sobre mi mesilla de noche, sino porque me llevó casi tanto tiempo leer el libro como a él hacer el viaje... jajajaja, cuya parte más interesante hizo a caballo. Varios caballos, todos mongoles, por supuesto, con su peculiar temperamento e importancia en aquella milenaria y ancestral cultura de nómadas. 
El viaje comienza en Estambul, y a partir de allí la aventura va llevando a nuestro viajero de personaje en personaje, de cultura en cultura, repasando historia antigua y más moderna, idiosincrasias, pero sobre todo acercándonos a los sentimientos, historias y vivencias de gentes que viven muy lejos, cada vez más, de Occidente y de nuestra forma de vida. 
El Mar Negro, península de Crimea, sur de Rusia, kazajstán y Mongolia, extensísima Mongolia con el desierto de Gobi, las montañas, las estepas,  1500 km a lomos de caballo, durante varios meses, toda una aventura.
Con un estilo personal, un sentido del humor exquisito, una apertura de mente y tolerancia propia del que desea aprender del viaje y vivir sus gentes, el autor nos acerca a Mongolia, al imperio de Gengis Kan, desconocida amenaza para Occidente en su momento y sin embargo a las puertas..... ¡Todo a caballo! Y nunca se aposentaron. Ellos llegaban, vencían, destruían, se adueñaban, cobraban sus tributos y se iban. Nómadas. No dejaron rastro, porque nunca se quedaron. Eran, y son, una filosofía, un modo de vida distinto.

Muchos personajes peculiares se describen en el libro, desde la puta enamorada de Charles Dickens con la que comparte el queso en una habitación de hotel en Volgogrado hasta el Bibliotecario escritor frustrado perdido en una de las pocas pseudociudades, o pseudopueblos de Mongolia, ensayos fallidos de la política soviética, antes de la independencia. Fue esta última la que los llevó de nuevo al pastoreo y a las Gers (tiendas de acampar típicas mongolas), a los campamentos de verano e invierno, a los Yaks, ovejas, corderos  y a los venerados caballos, por supuesto (en realidad nunca lo habían dejado). Volvieron al sencillo modo de vida que conocían.

Los mongoles son muy tradicionales. La falta de asentamiento y el movimiento perpetuo es una tradición, como lo que beben, lo que comen, la forma de las Gers, sus indumentarias... Todo lo que se sale de eso es una excentricidad. Así, la cultura mongola ha permanecido estática, durante siglos y siglos, a pesar del eterno ir y venir de sus rebaños y campamentos, lo cual no deja de ser una curiosa contradicción. Al fin, nuestro viajero, en un determinado momento del viaje, y con un determinado personaje, llega a la conclusión de que no son los mongoles, con su eterna búsqueda de mejores pastos, con su no parar, los que están perdidos, si no él mismo, que fuera de Occidente, y allí, tan alto y rubio, tan extranjero, se creía encontrado por tener un hogar fijo donde volver. ¿Qué hacía allí? ¿Qué estaba buscando?

El libro trae unas poquísimas fotos en blanco y negro (está publicado por el National Geographic), y realmente te acerca a los mongoles y a su cultura oriental tan alejada de la nuestra. En las antípodas diría yo.
Nos habla Stewart de los lamas, de su persecución por los jefes supremos rusos, de los monasterios destruidos o sólo conservados en parte como museos, de su reconstrucción con la vuelta de la libertad y el budismo... Se entrevista con un humano e histriónico Choijampts, abad del monasterio de Gandan, de los más importantes, con 350 lamas, en Ulan Bator, capital de Mongolia, "otro país", como dice el autor.  Y también fue a ver a un viejo lama, el único que encontró capaz de recordar todo el horror sufrido en la destrucción de los templos. Los que sobrevivieron tuvieron que renunciar públicamente al budismo, aunque lo llevaban por dentro... (especialmente conmovedora esta entrevista con el anciano).

Muy buen sabor de boca y un poco de pena el acabar al fin de leer este libro justo al empezar este año (y yo que pensé que lo acabaría antes del fin de año...). Y ahora que escribo sobre él me doy cuenta de la cantidad de cosas que nos ha contado en sus 324 páginas de viaje. Un libro muy enriquecedor. Desde entonces, y a pesar de la ferocidad de sus incursiones cuando se construyó el imperio mongol, me quedo con el carácter afable, la buena cara, la simpática, con su hospitalidad, siempre dispuestos a compartir su airag (bebida de alta graduación procedente de la leche de Yak fermentada), su comida y sus gers con los que pasen, pues todos son vecinos.

Los mongoles son pastores nómadas y muy tradicionales, que viven en un lugar que no ha cambiado desde hace siglos y siglos. El tiempo se ha detenido en Mongolia y el paisaje es el de la época medieval. El cielo estrellado "se sintoniza" como en pocos lugares del planeta, tal y como nos dice el autor, sin embargo, en la vieja tele que el cetrero mongol tiene en su ger como una excentricidad sólo se ven rayas que mantienen al tipo pendiente e hipnotizado...  Luego,  fuera, el gran águila escandaliza con su envergadura y su porte al extranjero que ingenuo lleva puesta ¡¡una chaqueta de piel de cordero!!

1 comentario:

Hisae dijo...

Desconocía este espacio que promociona el Druida en su blog. Quizás debería yo de revisar más a menudo los blogs.
Interesante este donde nos recomiendas lecturas y aún más, nos cuentas como te sentiste con los libros que te acompañaron en tu cabecera...

Muy bueno.
Saludos